martes, 4 de noviembre de 2014

ORACIÓN A LOS DIFUNTOS

¡Qué difícil es aceptar la muerte de un ser querido!
¡Qué difícil es saber que esa persona ya no estará nunca a nuestro lado!
Y el dolor y la pena nos ahoga, a veces, sin dejarnos ni respirar.
¡Qué difícil ha sido aceptar vuestra marcha!
¡Qué difícil aprender a vivir sin vuestra presencia!
¡Qué vacío tan grande nos habéis dejado!
Un vacío que, a medida que van pasado los días, se va convirtiendo en recuerdos.
Y por esos grandes y maravillosos recuerdos, quiero daros las gracias aquí, en vuestra Hermandad. Delante de vuestro querido Simpecado, porque él ha sido la luz y guía de vuestras vidas y, ahora, lo es de todos nosotros porque somos los sucesores de vuestra familia rociera.
¡Gracias por haber sembrado la Fe y la semilla rociera en nuestro pueblo!
Siempre nos decíais... "Nosotros no sabemos rezar, sabemos hablar con la Virgen y Ella nos escucha". Pues...
¡Gracias por habernos enseñado a hablar con Ella!
¡Gracias por todos esos años de vida cristiana y de Hermandad!
¡Gracias por habernos querido tanto!
¡Gracias por esa bendita locura de habitaciones, hoy sueño de los rocieros isleños!
¡Gracias por este gran legado que nos habéis dejado y, sobre todo, por dejarnos este gran compromiso con la Fe para que en nuestra Hermandad, cada día, sea Lunes de Pentecostés!
Quisiera deciros muchas cosas más, pero siento que estáis todos asomados al balcón de la marisma del cielo para cantar todos juntos, como cada viernes, una Oración rociera.